dimarts, 24 de desembre del 2013

Avantguarda i reraguarda

Enguany hem tengut el luxe de poder disfrutar per partida doble de La Búsqueda (referent artístic però també moral, tal i com indica el filòsof Carlos Sancho al texte adjunt)

I els hem disfrutat de dues maneres ben distintes: l´entranyable frescura del seu concert a Es Gremi (maig) versus l´intensitat del seu espectacle anit al Principal. 

Ara que -com bromejava Oliva Trencada- està tan de moda retirar-se, llarga vida al millor grup de Mallorca...


“LA BÚSQUEDA” DE LA OBRA INTEGRAL

(En motivo del concierto de La Búsqueda en el Teatre Principal de Palma este próximo lunes 23 de Diciembre)

C. Sancho Vich

17 de diciembre, 2013

 

La belleza no es tan afable como creen los cursis. Cualquiera que haya tenido la ocasión, sabrá que su presencia no sólo deleita, sino que también lastima. De lo cual se infiere que el ir a su encuentro exige un coraje que, ciertamente, no es lo definitorio de un país, el nuestro, cada día más timorato y eunuco. De hecho, la canalla practica y consume “arte” sin echar en falta el ingrediente substancial, la belleza; siendo más bien la impudicia, lo grotesco y lo kitsch, –hijos de la pereza– lo que hace las delicias de su modesto paladar. Gracias a dios, empero, que no los hizo a todos con el mismo molde.

Y es que el sentimiento de lo bello, mixtura de sufrimiento y goce, me invade cada vez que escucho canciones de La Búsqueda. Recuerdo un ocasional concierto de verano, a medianoche, en lo profundo del encinar de Son Xerubí, en Son Servera; especialmente la flauta de Canción de Desesperanza (canción incluida en La Búsqueda, 1989), melosa e hiriente, navegando sobre un frotado de cuerdas y una voz viril que narra las mutilaciones de la guerra… siendo finales de Julio, la tonada helaba la sangre del más ardiente latino, hasta que unas heroicas trompetas,  insuflando valor y vida, irrumpían en ese desangelado campo de ruinas en el que uno creía haber perdido la fe.

La Búsqueda compone sus canciones con la muerte en el rabillo del ojo, es decir, sin darle esquinazo a las dimensiones trágicas de la vida, cosa bien patente en cada disco de los cuatro que han ido apareciendo desde 1989. A diferencia de la mayoría de artistas en manos de la industria cultural, nunca ha tenido el mal gusto de confundir la música con los opiáceos, lo que explica por otra parte el escaso beneplácito por parte del lumpen consumidor. En Occidente se muere (incluida en Los Penitentes, 2004) nos alienta a dejar atrás la mirada de cortos vuelos y migrar a México, mensaje corajoso que no debiera entenderse como el demagógico invite a evadir los problemas. El ¡vámonos a México!, que el cantante Francisco Albéniz pregona a los cuatro vientos, sugiere metafóricamente lo contrario: escapar de la fatiga y senectud tan europea que, en estos tiempos anegados en los pozos del desánimo, nos incapacita, como la misma letra dice, para cegar el dolor… y beberse el propio llanto; o dicho con otras palabras, nos sugiere escapar del plomizo pesimismo que boicotea la promesa de un bíblico crear (ex nihilo).

La Búsqueda hace del torbellino de pasiones incandescentes una escultura al fresco. Dura, clara y muy pulida. Sorprende esa gracia mediterránea con la que integra en un todo compacto, salvándose milagrosamente del pastiche, tal variedad de afectos, aromas, humores y religiones: estruendos de cantina, bruma de rusa estepa, el egipticismo de Satie, lo inhóspito del terruño argelino, hábitos de la Trapa y un no sé qué de libertino andaluz de las novelas de Merimée… Del batiburrillo postmoderno construye una obra definida, con coherencia interna, cuya escucha provoca un saludable estado mental capaz de resistir el mal de nuestro tiempo, la esquizofrenia. Por todo ello, se ha convertido no sólo en un referente artístico, sino también moral.

Y es que este grupo se guarda bien de caer en la trampa de las vanguardias. La Búsqueda, como las humildes abejas, liba su idiosincrásica melaza de las flores variopintas de la tradición; a diferencia de las arañas, que tejen el pegadizo telar con sus propias heces. La Búsqueda, tal como decía de sí mismo Barthes, está en la “retaguardia de la vanguardia… ser de vanguardia significa saber lo que está muerto; ser de retaguardia significa amarlo todavía”.

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